La esclerodermia es una enfermedad autoinmune crónica en la que hay una producción excesiva de colágeno, que provoca el endurecimiento de la piel y afecta las articulaciones, los músculos, los vasos sanguíneos y algunos órganos internos, como los pulmones y el corazón.
La enfermedad afecta principalmente a mujeres mayores de 30 años, pero también puede afectar a hombres y niños; y se divide en dos tipos: esclerodermia localizada y sistémica, según su intensidad. La esclerodermia no tiene cura y se trata para aliviar los síntomas y retrasar la progresión de la enfermedad.
Los síntomas de la esclerodermia
Los síntomas de la esclerodermia evolucionan con el tiempo y, según la ubicación de los síntomas, la esclerodermia se puede clasificar en:
- Sistémico, en el que los síntomas se manifiestan en la piel y los órganos internos, se considera la forma más grave de esclerodermia;
- Situado, en el que los síntomas se limitan a la piel.
En general, los principales síntomas asociados con la esclerodermia incluyen:
- Engrosamiento y rigidez de la piel;
- Inflamación constante de los dedos y las manos;
- Oscurecimiento de los dedos en lugares fríos o durante episodios de estrés excesivo, también conocido como fenómeno de Raynaud;
- Picazón persistente en la región afectada;
- Perdida de cabello;
- Manchas muy oscuras y muy claras en la piel;
- Aparición de manchas rojas en el rostro.
Las primeras manifestaciones de la enfermedad comienzan en las manos y después de meses o años se extienden al rostro, dejando la piel firme, sin elasticidad y sin arrugas, lo que supone una dificultad para abrir completamente la boca. Además, en casos de esclerodermia sistémica, una persona puede tener presión arterial alta, indigestión, dificultad para respirar, pérdida de peso inexplicable y cambios en el hígado y el corazón.
Posibles complicaciones
Las complicaciones de la esclerodermia están asociadas con el inicio del tratamiento y son más comunes en personas con una forma sistémica de la enfermedad. Así, cuando el tratamiento no se realiza según las indicaciones del médico, la persona desarrolla algunas complicaciones como dificultad para mover los dedos, tragar o respirar, anemia, artritis, problemas cardíacos e insuficiencia renal, por ejemplo.
Cómo se hace el diagnóstico
El diagnóstico de la esclerodermia es difícil porque los síntomas progresan lentamente y pueden confundirse con otros problemas de la piel. La confirmación de la enfermedad debe ser realizada por un dermatólogo o reumatólogo, teniendo en cuenta los signos y síntomas que presenta la persona y los resultados de las pruebas de imagen y de laboratorio.
De esta forma, el médico podrá ordenar una radiografía de tórax o radiografía y una biopsia de piel, además de recomendar que se realice la prueba de ANA, que es una prueba de laboratorio que tiene como objetivo identificar la presencia de autoanticuerpos circulantes en la sangre. .
Tratamiento de la esclerodermia
La esclerodermia no tiene cura, por lo que el tratamiento tiene como objetivo prevenir la progresión de la enfermedad, aliviar los síntomas y promover la calidad de vida de una persona. El tratamiento prescrito por un reumatólogo o dermatólogo puede variar según el tipo de esclerodermia y los síntomas que presente la persona, y según el caso puede estar indicado el uso de algunos fármacos, los cuales pueden aplicarse directamente sobre la piel o por ingestión, tales como como por ejemplo como inmunosupresores o corticosteroides.
En el caso de personas que presenten el fenómeno de Raynaud como uno de los síntomas de la esclerodermia, también está indicado para mantener calientes las extremidades.
Además, debido a que la esclerodermia puede estar asociada con rigidez articular, las sesiones de fisioterapia pueden estar indicadas para aumentar la flexibilidad articular, reducir el dolor, prevenir contracturas y mantener la función y amplitud de las extremidades.