El botulismo es una enfermedad grave y rara, provocada por la acción de un veneno producido por la bacteria Clostridium botulinum, que se puede encontrar en el suelo y en alimentos mal conservados. La infección con esta bacteria puede causar síntomas gastrointestinales como náuseas, vómitos y diarrea, y si no se trata puede causar compromiso muscular.
Según el mecanismo por el cual la toxina bacteriana ingresa al cuerpo, la enfermedad se clasifica en:
- Botulismo alimentario, en el que las personas se infectan con bacterias al consumir alimentos contaminados o almacenados incorrectamente;
- Botulismo de heridas, en el que Clostridium botulinum infecta la cara a través de la contaminación de heridas, principalmente úlceras crónicas, grietas o heridas por agujas en usuarios de drogas inyectables;
- Botulismo intestinal, donde las bacterias se fijan y se multiplican en los intestinos, produciendo la toxina y siendo absorbidas por el cuerpo. Este tipo de botulismo es más común en personas que se han sometido a una cirugía intestinal, que padecen la enfermedad de Crohn o que han usado durante mucho tiempo antibióticos que alteran la microbiota intestinal.
Es importante diagnosticar el botulismo mediante análisis de sangre y microbiológicos para iniciar el tratamiento y prevenir la progresión de la enfermedad, que puede tener complicaciones como discapacidad o muerte.
Principales síntomas
Los signos y síntomas del botulismo suelen aparecer entre 4 y 36 horas después de que la toxina ingresa al cuerpo. Cuanto mayor es la concentración de la toxina en la sangre, más rápido aparecen los síntomas y los síntomas principales son:
- Boca seca;
- Visión doble;
- Párpado superior disminuido;
- Dificultad para concentrarse en objetos cercanos;
- Enfermedad;
- Fiebre;
- Vómitos
- Cólico;
- Diarrea;
- Dificultad para hablar o tragar;
- Debilidad progresiva de los músculos respiratorios;
- Debilidad de los músculos de las piernas.
A medida que avanza la enfermedad, los síntomas se vuelven más severos y debilitantes, principalmente debido a la debilidad de los músculos respiratorios, lo que causa dificultad respiratoria e incluso puede causar la muerte por parálisis de estos músculos.
En el caso del botulismo en lactantes, que se caracteriza por la entrada de bacterias al organismo y la posterior producción de toxinas, el cuadro clínico puede variar desde estreñimiento leve hasta muerte súbita. Por este motivo, es importante identificar el botulismo cuando aparecen los primeros síntomas para que el tratamiento se pueda realizar lo más rápido posible.
Causas del botulismo
El botulismo es causado principalmente por ingerir alimentos contaminados con bacterias y su toxina. La principal causa del botulismo en los bebés es el consumo de miel antes del primer año de vida, ya que a esta edad el sistema inmunológico del bebé aún no está bien desarrollado, lo que lo hace propenso a las infecciones bacterianas oportunistas.
El enlatado o embotellado casero también conlleva un alto riesgo de infección por Clostridium botulinum, ya que la presencia de humedad y nutrientes y la ausencia de oxígeno multiplican las bacterias y producen toxinas resistentes a las enzimas digestivas, lo que resulta en intoxicación alimentaria.
Las verduras, el pescado, las frutas y las especias son las fuentes de alimentación más habituales. La carne de res y de cerdo, los lácteos y las aves de corral y otros alimentos también pueden contener bacterias o toxina botulínica.
Cómo se hace el diagnóstico
El diagnóstico de botulismo lo realiza el médico a partir del análisis de los síntomas que presenta el paciente, además de análisis de sangre o heces que indican la presencia de bacterias en el organismo. Tras el diagnóstico, está indicado el tratamiento, que preferentemente se debe realizar en el hospital, ya que se administra suero de antibotulina para neutralizar los efectos de la toxina en el organismo.
Cómo prevenir esta intoxicación
La mejor forma de prevenir el botulismo es lavar adecuadamente los alimentos antes de prepararlos y consumirlos, además de respetar las condiciones de almacenamiento, evitando dejar los alimentos en ambientes con temperaturas superiores a los 15ºC, por ejemplo. Adicionalmente, se recomienda evitar consumir alimentos enlatados o envasados en vidrio o que cambien el olor o apariencia.